
La Unión Social Cristiana (CSU) recuperó la mayoría absoluta en el Parlamento regional (landtag) de Baviera con el 49% de los votos obtenidos en las regionales de este domingo. El primer ministro regional, Horst Seehofer, (CSU) logró sumar 5,3 puntos respecto a los comicios de 2008, cuando la CSU encajó la pérdida de la mayoría absoluta como un golpe inusitado tras décadas de gobierno en solitario.
Este arrollador triunfo del centroderecha es una victoria acre para la canciller democristiana Angela Merkel (CDU), porque sus socios de Gobierno en Berlín, los liberales del FDP, cosecharon un raquítico 3,2% que los deja fuera del landtag durante los próximos cinco años. Perdieron cinco puntos desde 2008. La brillante recuperación de la CSU puede impulsar a los democristianos en las elecciones generales del próximo domingo, pero es un mal augurio para la coalición decentroderecha de Merkel.
Una mayoría absoluta de Merkel en las generales del próximo domingo es descartable con casi total seguridad, de modo que otro fracaso del FDP obligaría a Merkel a pactar una gran coalición con el SPD como la que le dio su primer Gobierno en 2005. El presidente de los liberales, Philipp Rösler, se apresuró el domingo a interpretar el brutal revés bávaro como un acicate para las generales. Pidió apoyos para su partido, “ahora con más razón”. Rösler agitó el espantajo de un tripartito de izquierda entre el SPD, Los Verdes y Die Linke. Dijo que si el FDP no entra en la Cámara baja federal (Bundestag), “Sigmar Gabriel se convertirá en el hombre más poderoso de Alemania y podrá chantajear a la Canciller”.
Según Rösler, el mal resultado se debe a que “en Baviera, los relojes marchan de otra manera”. También en la berlinesa Konrad-Adenauer-Haus corrieron dos líderes de la CDU a quitar hierro a la debilidad del FDP: a fin de cuentas se trata de “un fenómeno tradicional en Baviera” sin repercusiones en Berlín. Minutos después, el secretario general de la CDU, Hermann Gröhe, proclamó que “el fracaso del SPD en Baviera también es el fracaso de Steinbrück”, candidato socialdemócrata a las generales del domingo.
El exultante Seehofer no necesitó contradecirse para ser inexacto en la fiesta electoral de su partido: “Uno de cada dos bávaros nos ha votado”. Es cierto que la participación subió la friolera de 6,6 puntos, pero solo hasta el 64,5%. En el centro de Múnich eran todo sonrisas y parabienes y en las calles nobles de la ciudad imperaban las sonrisas discretas al cierre de los colegios electorales. La notica corrió como la pólvora. Simpático y llano, el primer ministro Seehofer ha capeado sin torcer el gesto un sonado escándalo de nepotismo tras conocerse, la pasada primavera, que varios dirigentes parlamentarios de la CSU habían contratado a familiares cercanos. Purgó a varios altos cargos, promulgó una ley de transparencia de escaso efecto retroactivo y se parapetó tras el Tribunal de Cuentas regional.
El vicecanciller pidió el voto para el próximo domingo y agitó el espantajo de un tripartito de izquierdas
Tampoco se ha visto salpicado por el escándalo de evasión fiscal protagonizado por el presidente del Bayern de Múnich, Uli Hoeness, pese a la estrecha relación entre el fútbol y la política de Baviera. En cuanto a la quiebra del banco regional BayernLB, rescatado con miles de millones públicos, ni siquiera fue uno de los temas de campaña.
Baviera es el corazón geográfico de la Unión Europea, paga decenas de miles de millones de euros a los fondos de cohesión regional. Está entre los grandes beneficiados por la apertura de los mercados europeos y de la inmigración desde otras regiones.
“Baviera”, dice Seehofer, “somos nosotros”. Eso de tener que pactar como en 2008 “ya es historia”. La CSU ya es de nuevo un partido absoluto que lo abarca todo: lo socialdemócrata y lo conservador-católico lo lleva puesto hasta en el nombre. Lo ecologista viene con lo conservador. Lo liberal lo certifican su éxito económico y la notable tolerancia social de la hermosa —y cara— capital bávara.
Los comicios bávaros marcan la entrada en la fase álgida de la campaña de las generales tanto para Merkel y su principal rival, el socialdemócrata Steinbrück, como para las restantes formaciones.
La próxima semana, tanto la canciller como el aspirante apretarán el acelerador con hasta tres mítines diarios, incluido el sábado, víspera de las elecciones, puesto que en Alemania no hay día de reflexión.