
La mujer, de 40 años, comenzó la relación con su hijo cuando éste tenía 20 años. Con todo el dinero que había invertido en su educación, no se resignaba a que otra mujer se aprovechara de lo que había conseguido con el sudor de su frente.
En la aldea no aceptan este noviazgo incestuoso, porque, según dicen, podría traer "mala suerte" al resto de los habitantes. La disyuntiva ahora es: irse o romper.